Entonces dibujé. El hombrecito miró atentamente.
Luego dijo:
- No! Este está muy enfermo. Haz otro.
Volví a dibujar. Mi amigo sonrió amablemente, con indulgencia:
- Mira bien... no es un cordero, es un carnero. Tiene cuernos...
Rehice, de nuevo, mi dibujo. Pero fue rechazado, como los anteriores:
- Este es un cordero demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Se me había acabado la paciencia y, ansioso por montar mi motor le garabateé este dibujo.
- Esta es una caja. El cordero que tú quieres está adentro.
Me llevé una gran sorpresa al ver cómo se iluminaba la cara de mi joven juez:
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